Pais

México

 

Soy Adriana Espinosa, antes de elegir como mi destino de estancia permanente a la Ciudad de México, estudiaba en la Universidad Administración Pública y trabajaba en el Sector Salud. Mi infancia y mis primeros 25 años, los disfrute en compañía de mi familia y en Bogotá, construyendo una vida al igual que diez millones de habitantes y llenándome de una familia amorosa y una ciudad pujante que alimentó mi espíritu de progreso.

Cuando estudiaba en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), tuve la oportunidad de conocer al Estado colombiano; mi vocación era servir a los demás, pude crecer intelectualmente y logré estructurar un pensamiento propio, además de desarrollar mi personalidad.

El motivo por el que he llegué a México fue que me enamoré de un mexicano que conocí en mi ciudad natal. Me he casado en Bogotá cinco años después. Luego de muchos años tuvimos un hijo que ahora tiene casi 5. Ha sido la etapa en la que he formado una nueva familia y he decidido volar a nuevos horizontes con la curiosidad propia de mi naturaleza y para explorar otra cultura, otra cultura hermana de la colombiana, pero con sus propias características que le dan esencia propia. Una tierra que me parece imposible dejar y que muchas veces en mis sueños uno con Bogotá como si de dos barrios contiguos se tratase.

Han pasado doce años desde que he llegado al ombligo de la luna, que es lo que significa México y he conocido sus territorios, su cultura, su comida tan distinta con sus moles y su hospitalidad siempre llena de amor para dar. 
 
La preparación

Creo que el mejor referente que podría compartir sería todas las películas de Cantinflas que vi acercándome a la adolescencia y los Mariachis tradicionales que escuché junto con las canciones de Juan Gabriel y de Vicente Fernández. Eso era todo. Durante mi noviazgo pude escuchar su acento, sus frases, probar sus Romeritos de Navidad, sus dulces y admirarme con sus artesanías. De esta manera me asomé a la cultura mexicana.

Lo primero fue abrir mi mente y mi capacidad de adaptación, no me gustaba el calor y esta es la tierra del Sol (25 grados promedio), la fuerza del amor también fue una forma de preparación más la curiosidad por descubrir el mundo. En la Embajada de México en Bogotá y en su página web pude conocer los documentos, los requisitos de entrada al país junto con las recomendaciones dispuestas, pues en esos años se requería visa para el ingreso. El internet me suministro muchísima información e imágenes de lo que podría imprimir este país en mi corazón.

Antes de mi viaje saqué las enciclopedias polvorosas y aprendí de su geografía, me asombré con su extensión y recordé que era uno de los países con mas habitantes del mundo, supe entonces que no estaría sola. Platiqué (se dice aquí) o charlé con algunas personas que habían tenido la posibilidad de conocer el Distrito Federal. Me enteré de la casa de los Azulejos en el Neoclásico Centro Histórico. Y mi futuro esposo en incontables horas me contó del mundo Mexica (un paralelo de nuestros Chibchas). 
 
La llegada
Lo que más me impactó al llegar fue lo grande que era su aeropuerto, hoy en día ya son dos y hay un tren y una carretera interna que los conecta. Es increíble. Y también me asombró la barbacoa de borrego que probé en mi fiesta de bienvenida; que es oveja, pero que aquí le llaman borrego (el esposo de la oveja). Lo cocinan debajo de la tierra con pencas de Maguey y lo venden en tacos con un caldo que lleva arroz y garbanzo. Ese fue uno de los días más felices de mi vida. 

Hay estaciones no tan marcadas pero claramente perceptibles como el invierno, la primavera o el verano. Estamos al centro del país y las temperaturas no son tan extremas, pero en invierno podríamos estar en Tunja, en primavera en Melgar y en verano en Cartagena. 

Lo cálido de su clima, poca lluvia y en estos días un viento asombroso fruto de las eventualidades del clima mundial. Es un estado federativo descentralizado, en proceso de transformación hacia la modernidad. La Constitución de 1917 cuyo nombre es el de la estación del metro más cercana a mi casa. En general es una ciudad organizada, enorme con mucha diversidad en todos los aspectos, cosmopolita.

El idioma a pesar de ser español está lleno de modismos, expresiones y fuertemente impregnado de su idiosincrasia. A veces hay confusiones con palabras como: “al rato” o “al ratito” y hay muchas expresiones que refieren a su forma de vivir la vida y para relacionarse con los demás. Es diferente y yo conservo mi acento, pero uso muchas expresiones pues así diluimos la línea que divide a nuestras culturas, la forma de expresarnos con palabras. Existen macrolenguas y un gran apego a lo que eran como cultura prehispánica. Hay muchos aspectos conocidos por todos y que siguen vivos desde aquellos días, ¡es sorprendente! Fue un proceso progresivo entender como usaban el lenguaje y aprender a comunicarme de una manera directa.

Me considero “bilingüe” a pesar de ser español y he podido entender realmente lo que me dicen con sus palabras. Traduzco al colombiano y al mexicano mensajes, hago un esfuerzo diario por interpretar una cultura y mantener la mía, mi esencia colombiana. Comprendo entonces lo que significa verbal y culturalmente la palabra dialecto.
 

La experiencia
Es diferente su forma de relacionarse, de hablar, de ver la vida…es un esfuerzo diario insertarme en su forma de vida, pero me gusta; se disfrutarlo, “se verlo”, es novedoso para mi mente, me permite verme a mi misma y por supuesto estoy agradecida de experimentarlo y de ser bien recibida por ellos.

Me hace reflexionar la forma en cómo entienden la alimentación y su dieta diaria. Yo extraño mi comida, esta sana asociación del balance nutritivo de los alimentos en la dieta. Me hace falta la facilidad de comer buñuelo y empanada en cualquier momento del día, tan sólo dando la vuelta a la esquina. El aroma de café en la calle, hasta los perros calientes y por mucho, los tamales. Esos deseos son posibles en una plaza de mercado llamada “Medellín” en la Colonia Roma y cuando tengo tiempo voy a algún restaurante. Veo Caracol Internacional y cuando me siento a la mesa pienso que estoy en el comedor de mi madre. Hay mucha nostalgia. La soledad de estar lejos de la familia para celebrar la Navidad y entonces todo lo que parecía rutinario cuando estaba allá ahora se vuelve lo que es: extraordinario, valioso y gozoso. 

Las personas en México son amigables, generosas, cálidas, relajadas, confiadas, y también saben compartir. Están muy ligados a sus tradiciones y a sus orígenes prehispánicos. Le dan un alto valor a la familia y a las tradiciones como la de la “Rosca de Reyes” el 6 de enero (donde parten en familia o en el trabajo). Es un pan que tiene la forma de una rosca, y dentro de ésta hay unos pequeños bebes de plástico; quien saque el niño cuando parta su pedazo, traerá los tamales  muy diferentes a los nuestros . El Día de la Candelaria, el 2 de febrero, que nuevamente es otro motivo de reunión familiar. Esta rosca deliciosa se come con chocolate caliente y es una escena de la película “Como agua para Chocolate” del libro del mismo nombre escrito por Laura Esquivel. 

Puedo decir que siempre han sido amables conmigo, se sorprenden al saber que soy de otro país y quieren que les cuente cómo es. Pocos me hablan del narcotráfico y muchos del café, las novelas y las bellas mujeres. Nunca antes fui recibida con tanta confianza como aquí sin que supieran anticipadamente quien era yo. Y creo que gracias a la persona que mi familia y mi país formó, siempre han quedado encantados de lo que  represento de Colombia y es así como nuestro país ha sido querido y admirado. Los estigmas no se han asomado o lo han hecho muy pocas veces.

Hay muchas oportunidades de trabajo, más en empleos sencillos, pero siempre es visible un aviso en la calle. Sigue siendo condición la edad y la experiencia, pero me parece que son más accesibles y tienen muchas prestaciones extras; aunque las vacaciones son muy cortas, sólo de una semana por año y cada año aumenta una. Todavía hace falta una mejor política en cuanto al salario mínimo y sueldos más favorecedores. 

El tema de la vivienda es muy parecido al sistema colombiano, aquí no arriendas un apartamento sino rentas un ‘depa’, hay que dejar un depósito que es un dinero extra cuando lo arriendas y piden los documentos rutinarios y para la venta es muy similar a Colombia.

¿Aspectos positivos de la sociedad? Por supuesto su calidez, su confianza, su capacidad de trabajo, la diversidad de espacios en relación a los diferentes tipos de personas, su generosidad, su unión familiar, su protección a la familia, la intención estatal de respaldar a las poblaciones menos favorecidas, la posibilidad de ricas opciones culturales a bajo costo. 

¿Aspectos negativos de la sociedad? Creo que todavía se requiere un esfuerzo concienzudo en el tema de la educación, del empleo, de una cultura de progreso más allá de lo económico, una separación de la cultura Americana en cuanto a la moda, a lo material, una mayor organización de la ciudad, serían como algunos aspectos de mejora.

 

La anécdota

1. Cuando llegué al aeropuerto Benito Juárez llegué con mi perro, un French Poodle llamado Pacho. En México sería Pancho y parecía muy complicado traerlo, pero había sido mi compañero varios años, no podía dejarlo y vino en su jaula. No comió muchas horas y sin embargo llegó perfecto. Cuando lo saqué me pidieron su carnet de vacunas, etc. y le pusieron un spray con no se qué en las patas y sin mayor problema salimos al encuentro de la nueva familia. No lo podía creer, juntos. Juntos hasta el último día. Ese perro, “mi hijo”, un regalo de la vida.

2. El día que fui a recoger un cheque hasta Barranca del Muerto. Era mi primer día sola en el metro, más o menos entendía como funcionaba y el cambio de transbordo, dirigirme hacia la dirección que buscaba y seguir el recorrido para llegar hasta donde debía tomar el tren. En Chabacano (una fruta parecida al durazno) que es el nombre de una estación donde hacía el cambio para Tacubaya y luego otro cambio hacia Barranca del Muerto…dos transbordos fue donde viví esta anécdota, justo ahí se abrían las puertas de ambos lados y no sabía para donde salir, el corazón me latía fuerte, temía equivocarme y perderme, sin embargo, salí para donde la mayoría y logré llegar con éxito a la estación y a cobrar el cheque. Me dio muchísima seguridad en mí misma.

3. De las primeras fue cuando salí a la tienda a comprar aguacates. La verdad tenía miedo, no sabía como me iban a recibir  hasta en la tienda   pero era lo más práctico ir yo y entré a la “verdulería” (la tienda para nosotros) y pedí aguacates, me dijeron: ¿cuánto quiere? ¿medio kilo? (aquí todo es por kilogramos no por libras) ...humm…no sabía yo ni cuanto…cuando los vi no pude reconocerlos, eran pequeños y rugosos, de color oscuro pero el vendedor me los estaba ofreciendo con toda seguridad. Yo buscaba mis aguacates grandes y verde más claro pero no se veían por ahí. Los recibí y pregunté cuanto le debía…no recuerdo cuánto me costaron, lo que sí recuerdo es que sólo entregué el dinero o las monedas sin entender el valor ni lo que daba. Sólo pensaba en pagar y confiar en que estuviera bien. Me regresé a casa triunfadora. Yo solita había comprado unos aguacates tipo Haas en la Ciudad de México. 

 

El cierre
A nivel cultural la oferta es extraordinaria en cuanto a espectáculos y es una cuna del arte y la música.

En el centro histórico: el Palacio de Bellas Artes y el Palacio Postal, el Museo de Culturas Populares (hay aproximadamente 151 museos, me encanta el del templo Mayor o el gran Museo de Antropología), el Hemiciclo a Benito Juárez, el Zócalo (lo que sería para nosotros la Plaza de Bolívar, pero enorme) el Ángel de la Independencia, el Bosque de Chapultepec (lo que sería para nosotros el Parque Simón Bolívar, pero con Zoológico, Castillo, Museos, etc). Es una zona muy linda por su arquitectura e historia. Bastaría ver las fotos de estos lugares que he mencionado y ver por ejemplo el Castillo en Chapultepec. El Museo de Cera en la zona rosa, el Gran hotel, las Pirámides de Teotihuacan, el Auditorio Nacional, el Museo mural de Diego Rivera, Xochimilco con sus trajineras como un paralelo de Venecia, Chimalistac, las pirámides de Teotihuacán… ¡la lista es larguísima!

De las ciudades, por ejemplo: las playas de Veracruz y Acapulco, paseos como las Barrancas del Cobre en Chihuahua (paseo en el tren chepe sobre las barrancas, unos paisajes espectaculares dicen) el colonial Valle de Bravo. La tradición de la rosca de reyes el 6 de Enero, un encuentro totalmente familiar como el de la Isla de Janitzio en Patzcuaro (Michoacán) donde tienen como tradición y en todo el país el 1 y 2 de Noviembre, la celebración del día de Muertos, el encuentro entre los muertos y los vivos en un ritual prehispánico, revivido hasta nuestros días, que muy bien explicara Alfonso Caso en “El pueblo del Sol”.

Las familias ponen su ofrenda sobre una mesa en la que hay flores como el Cempasúchil o Cempaxóchitl, la foto de los familiares que se nos han adelantado, su comida favorita, calaveras de dulce (cráneos de color blanco, decorados) entre otros pintorescos detalles. Se cree que el día dos vienen a comer sus platillos, se suelen hacer caminos de flores en algunos pueblos, del panteón a la casa para que siga el camino. Mas allá, en sus inicios, para los Aztecas, algunos llegábamos hasta Mictlantecuhtli (señor de los muertos) luego de recorrer diferentes lugares, un camino tan difícil donde en uno teníamos que cruzar un río ayudado de nuestro perro.

En sus entierros, envueltos con petates (tapete de fibras de una palma), en diferentes posturas (por ejemplo sentados con las piernas abrazadas), los ponían debajo de sus casas con ofrendas. Esta tradición ha sido declarada como patrimonio inmaterial de la UNESCO. Más que saberla, hay que vivirla. Me honra haber sido testigo de ella. Me honra conocerla mejor al ser invitada a un concurso de ofrendas, en el que no sólo he diseñado un espacio que rememora este tipo de entierros sino que he explicado sus costumbres luego de prepararme leyendo el libro de Alfonso Caso y en el que por fortuna hemos ganado el segundo lugar.

Esta experiencia ha transformado mi vida de una manera considerable, como ser humano me ha permitido explorar otros lugares y otra cultura. Me he impregnado de su amor y su idiosincrasia, de sus costumbres, de su forma de ver el mundo. Como mujer me ha permitido ver la diferencia en mi forma de pensar y de vivir, la maternidad que la he vivido en este país me ha hecho confrontar mis modelos y las tradiciones, me ha permitido acercarme a mi misma, a lo que realmente soy como mujer y mamá al estar lejos de mi tribu, de mi familia. Me han invitado a mirarme como persona y a decidir transformar mi persona. Antes y después de México hay una persona enriquecida internamente y diferente, pero por sobre todas las cosas, una persona agradecida por todas las experiencias que he podido vivir aquí.

A quienes piensan migrar les diría que es una experiencia que nadie debería dejar pasar en su vida, bien se quedara, bien se regresará. Se crece mucho como persona y se valora al país y a la familia de una manera excepcional. Podría decir que ya el ajiaco, la cuajada o el abrazo del papá y la mamá no saben igual, saben a lo que son: a maravilla, a milagro, a regalo de la vida. Se tiene una visión más global del mundo, de la misma vida. Muchas veces es muy nostálgico pues se extraña de más hasta los momentos más cotidianos como ir el domingo a donde la mamá o estar en el matrimonio de la prima o comerte una mazorca con mantequilla afuera del Simón Bolívar y un tamal en la panadería y entonces te das cuenta como lo más simple cobra sencillamente el valor que tiene y hay una real distancia.  Les diría que primero lo vivieran como unas vacaciones y luego decidieran si así, de lejos, es como quieren vivir su vida. 

Colombia siempre la trae uno en el corazón, es nuestro origen, se le extraña mares y para uno todo lo que encierra nuestro país es lo mejor del mundo, es nuestra estructura, así que insertarse en otra cultura es abrir un espacio que existe en nuestro corazón, pero nunca se llena ese hueco y duele mucho.

Les diría que los mexicanos son muy cálidos y los recibirán muy bien, que siendo español se facilita la comunicación, que hay muchas facilidades para vivir aquí y, sin embargo, no es fácil ni perfecto. Es para arriesgados, luchadores y soñadores un país llamado México.

 

 

 

 

Nota

Experiencia migrante

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