(Redactado por su hijo, Kenji Yokoi)
Mi madre es una mujer latina, y como bien dice ella, “Con la gran fortuna de haber nacido en un país llamado Colombia”. Tal vez por eso siente, al igual que muchos latinos, que la música, la danza y el arte preceden su uso de razón.
En casi todos sus recuerdos de infancia hay niños llenos de alegría, bailando, modelando, riendo y actuando por doquier. Sus coloridos recuerdos parecen haber borrado las penurias del conflicto interno, la escasez y la cruda violencia que todos enfrentaban por aquellas épocas en Colombia.
Una vez al visitar su lugar de nacimiento, en Fresno Tolima, un familiar me dijo: “Para la niña Martha, todo corredor de casa o colegio era una pasarela, toda sala de estar una pista de baile y todo avión que veía en el cielo la llevaría un día por todo el mundo”.
Por eso, cuando mi padre es trasladado por su empresa a su tierra natal de Japón, dando así inicio a nuestra nueva vida, ni el silencio reverencial, ni las costumbres reservadas del país fueron motivo alguno para que mi madre dejara de cantar, bailar y actuar donde se lo permitieran.
Martha Yokoi, como es conocida en Japón, ha bailado bambuco, cumbia, merengue y salsa en colegios, casas culturales, hogares geriátricos, fiestas y todo tipo de eventos en Colombia, Panamá, Costa Rica y su sitio actual de residencia, Japón.
Nunca olvido la sonrisa nerviosa de mi padre, un ingeniero japonés estricto, al ver a mi madre participando en un famoso programa de la televisión japonesa, luciendo con orgullo un hermoso y colorido traje del folclor colombiano que ella misma elaboró con sus manos. Fueron 15 japoneses, de la tercera edad, sus primeros alumnos en uno de los proyectos sociales de la alcaldía de nuestra localidad de Yokohama.
Este proyecto buscaba combatir la monotonía de un país con cada vez menos niños y más adultos mayores. La terapía funcionó y así nació la “cumbioterapia”.
Es fascinante ver el efecto en los abuelos cuando Martha Yokoi llega con su grupo de danzas donde participan niños japoneses que aprendieron a bailar con ella la cumbia de Colombia. Con el tiempo se unieron varios latinos residentes y sus hijos nacidos en Japón, los cuales hablan español con cierta dificultad, pero bailan bien la cumbia gracias al grupo Fiesta Esmeralda, nombre con el que terminó llamándose esta bella iniciativa.
Desde pasarelas en Ciudad de Panamá, kimonos haciendo sinergia con el folclor latino, eventos diplomáticos y hasta las calles destrozadas de Fukushima luego del trágico terremoto del 2011, han presenciado la danza de los pies de mi madre y su alegre grupo de cumbioterapia, siempre buscando sanar el alma de las penurias de la vida.
Mi nombre es Kenji Yokoi y aunque no poseo un nombre latino, les aseguro que me siento orgulloso de serlo, de ser colombiano como mi madre. Sin embargo, si algo he aprendido de su labor social, es que “(…) el alma no tiene nacionalidad ni color alguno, sencillamente, el alma entiende de alegría, pasión y humanidad, en el idioma que sea necesario”.
Kenji Yokoi