Enviado por admin el Mié, 20/05/2015 - 10:19
Nombre autor

Harold Martínez Jordan

Descripcion del autor

Nació en Cali Colombia y estudió periodismo en Bogotá. Amante de los libros y el cine es corrector de estilo, guionista, documentalista y escritor.
Se dedica a publicar sus investigaciones. Comenzó con “El Periodismo Ideológico de Uribe Uribe” (1987) en honor al líder de la Guerra de Los Mil Días, Rafael Uribe. “La Otra Verdad de Dios” (2008) conforme a la visión de Dios de acuerdo al deísmo. “El Yo” (2011) en la que muestra su teoría acerca del comportamiento humano. Se encuentra en proceso de terminar su obra “Sociedad” que es un esquema sociológico de cómo debería ser la política de acuerdo al sistema organizacional. Lanzó su película “The Last Hope” (2011) dedicada a la senilidad y a la soledad humana. Actualmente vive en Montreal donde expone sus teorías. www.haroldmartinezjordan.com

Mejorar las relaciones personales fue la conclusión al terminar la investigación acerca de El Yo que comencé hace diez años. Me había considerado teórico desde tiempo atrás. Notaba que este asunto tan importante había perdido vigencia y por ningún lado le encontraba un concepto que lo unificara universalmente.      

 

Si no conocíamos el Yo como lo más íntimo que tenemos no podríamos entender a los demás. Lo paradójico es que hablar de nosotros mismos no es una tarea fácil y menos observar el de los de los otros. Eso sucede con algo tan concreto como tan intangible en el comportamiento individual y plural. Configurar una metodología me permitió obtener la pauta para no detenerme en ese intento y dedicarme a analizarlo en todas sus condiciones. En otras palabras dije: “vamos a la conquista de “El Yo”.

 

La variedad de esquemas que trataban de definirlo resultan contradiciendo su significado. Hay que ver que las hipótesis de Freud y Jung lo relegaron al segundo plano del inconsciente y este vacío llevó a desarrollar una tendencia marcada hacia el esoterismo y el misticismo. El alejarlo de su concepción central que tiene en la mente humana lo desviaba de su labor real de ser un puente entre todos. Era necesario empezar de cero y sin influencias quedando de premisa que “El Yo” es lo que nos identifica porque nace con nosotros y nos da conciencia de vida. Con él nos adaptamos a los ambientes dependiendo también de la educación que tuvimos.

 

Para diferenciar a una persona de las otras, debemos pasar por observar unos modelos de comportamiento que los seres tenemos por siempre. El entender que nadie se escapa a la catalogación del actuar en comunidad nos demuestra que somos tan demostrativos que actuamos como niños que pretenden llamar la atención. En este orden clasificamos a los individuos por grupos contando con una verificación minuciosa. Los talleres consistían en comparar a cada cual con su especificación o sea que en conjunto todos aportaron de alguna manera con su propia expresión sin saberlo. 

 

En definitiva lo que hizo que obtuviéramos un inventario de resultados para etiquetar a alguien sin basarse en una simple fecha de nacimiento, me llevó a integrar reacciones y actitudes que definieron lo que somos de acuerdo a una línea de conducta permanente. 

 

Podríamos ya ahora tener una propuesta de definición del Yo: 

 

Es ese ente que nos identifica, que es estable y que se compone de tendencias específicas. Aquí hay una disimilitud de lo que se pensaba cuando se consideraba que había varios Yo sin una noción clara a su alrededor.  

 

El Yo por su singularidad es único pero por este hecho no se escapa de hacer parte de una tipología cognitiva. O sea que las reacciones que tenemos nos delatan en comunidad con la característica que nos va a ubicar en un grupo determinado de comportamiento. No nos salimos de pertenecer a alguna de los 28 símbolos universales, los cuales nos imprimen un resultado clasificatorio entre todos.

 

¿Cuál es mi tipo de Yo?

 

Es la inquietud particular que va a aparecer de aquí en adelante.

 

La respuesta podría venir de una búsqueda que comienza por realizar un test que por ahora lo podrían encontrar en mi página, www.haroldmartinezjordan.com o bajar de ahí el libro “El Yo”. Pero esto solo sería un comenzar en esta búsqueda que apunta a reconocer que tenemos mucho por delante en el saber sobre lo que somos.

 

Entender que cada individuo obedece a reacciones que se pueden anticipar, se va a volver determinante en la solución de conflictos como se hace en los análisis de la medicina. Los ambientes nos afectan grupalmente de maneras diversas y así debemos entender que uniformar a todo el mundo en una moral o en una singular paradoja de comportamiento sería erróneo. 

 

De ahora en adelante podríamos pedirle a nuestro consejero de cabecera que nos guíe con respecto a la inclinación que tengamos ya que esta es la acción repetitiva que habla constantemente de nosotros. Si algo nos afecta al actuar, es que no querremos tropezar con la misma piedra y para esto hay herramientas tanto de aceptación como de criterio de evaluación. 

 

Para muchos será extraño configurar un estudio de los humanos sin el entendido del inconsciente. Se puede decir que una probabilidad enfrenta a otra a través de su contenido y su demostración tocando el mismo tema. Después de diez años de investigación empiezo a difundir un esquema que considero renovador en este campo y que pretendo dilucidar con calma. De aquí se desprende que siendo sociables, somos como islas apartadas y los tratamientos para cada cual deben tener un procedimiento separado.

 

En este caso el oficio de ser teórico se ha perdido en las ciencias pero estamos en el momento de recuperarlo. Un estudioso de hoy no se debe quedar en el pensar de las generaciones que nos sirvieron de apoyo un día. Se puede evolucionar sobre aquellas culturas poderosas de la Grecia clásica o la de los países desarrollados de occidente del siglo IXX. 

 

Es tiempo de poner a prueba a los que copian el pensar del ayer. No es tan sencilla la tarea de romper las barreras que vienen de la visión escolástica. La idea de investigar y cuestionar con fundamento no pelea con nadie y un funcionalista o un conductista tendrá un campo de acción más grande para tratar a sus pacientes. La idea de fondo es mejorar las relaciones en los núcleos familiares y para esto no debemos detenernos en creer que si no comulgamos con el cavilar o el actuar de los que amamos, esto nos quite puntos de integración. De nuestro lado lo que podemos hacer con libertad es preocuparnos por involucrarnos en el saber recibir lo que los semejantes tienen para nosotros. 

 

Los invito a que empecemos por aceptar que aun somos neófitos de nosotros mismos. Esta inquietud facilita percibir el mejoramiento personal en el proceso de dar el primer paso hacia el entendimiento entre los mortales.