El escritor colombiano Pablo Montoya recibió en Caracas el premio literario Rómulo Gallegos por su novela “Tríptico de la infamia”, en la que recrea parte de la conquista española en el siglo XVI a través de la visión de tres pintores europeos y protestantes. Montoya, de 52 años y académico de literatura latinoamericana y colombiana, recibió el galardón de manos del vicepresidente venezolano Jorge Arreaza en el auditorio del Centro de Estudios Latinoamericanos (Celarg).
Arreaza le entregó además el diploma que lo acredita ganador del premio y la medalla, la cual Montoya besó, evidentemente emocionado. La entrega se realizó el 3 de agosto, en conmemoración de la fecha de natalicio del autor de Doña Bárbara, de la cual se cumplen 131 años.
Montoya es el quinto colombiano que recibe este galardón literario, el más prestigioso de Latinoamérica, que incluye un premio en metálico de 100.000 dólares. Antes de él lo ganaron Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), Manuel Mejía Vallejo (La casa de las dos palmas), Fernando Vallejo (El desbarrancadero) y William Ospina (El país de la canela).
El jurado elogió el uso del lenguaje y la construcción de los personajes de la novela. Las autoridades venezolanas aplaudieron la obra como un relato histórico que recrea la guerra de religión durante la conquista española. La novela cuenta las aventuras, batallas y hallazgos artísticos de tres pintores del siglo XVI que eran protestantes y fueron exiliados por sus creencias religiosas.
En su discurso, Montoya mencionó las crueldades de los conquistadores y el lenguaje del idioma castellano, pero también se refirió a la realidad contemporánea de Colombia, azotada por la violencia, el crimen y el narcotráfico. “Hemos vistos los vestigios de la intemperancia. Eso es lo que ha tratado de recrear Tríptico de la infamia y lo hice por los ojos de tres personas que sufrieron. Ellos intentan crear pinturas, poemas, obra, en medio de ámbitos violentos y de represión”, dijo. Agregó que descubrió que el arte es uno de los recursos que existen para reivindicar al hombre en sus actos.
Montoya admitió que se siente fascinado por el lado oscuro de la humanidad, pero que la belleza de la poesía lo salvó de la desesperanza mientras recreaba cómo la población indígena era sometida al genocidio. Añadió que se refugió en el poder “restaurador” de la palabra y en su capacidad de cicatrización. “Este logro se ha dado porque está conformado en la belleza”, dijo.
Al referirse a Colombia, dijo que es un país minado por la violencia, la muerte y más recientemente por el narcotráfico, pero que a la vez es la nación del “abrazo y a alegría”. “Colombia ha sido gobernada por una clase voraz y corrupta, con avidez de la rapiña, donde se instaló el narcotráfico”, señaló.
El escritor dijo estar convencido de que un aporte de su libro es el manejo del lenguaje de forma poética. “Mi obra ha sido escrita desde hace 20 años, desde la periferia que no es Bogotá. El ocultamiento como escritor me ha permitido trazar de la mejor manera la escurridiza palabra”, destacó.