Ya lo dijeron Richie Ray y Bobby Cruz: "¡Qué bella es la Navidad!". O, por lo menos, aquella Navidad de no hace mucho tiempo, con más sabor a familia y a ilusiones infantiles.
Los dos momentos que más me deprimen de la Navidad bogotana de nuestros días son las 12 de la noche del 24 y del 31 de diciembre. Hasta hace unos 15 años, a esa hora mis papás, mi hermano, mi esposa, mis hijos, los que estuvieran allí, solíamos salir a la terraza de la casa de mis padres, con vista a los tejados de La Magdalena y Teusaquillo y al Centro de la ciudad. La idea, gorrear el espectáculo que nos ofrecían centenares de desconocidos con sus voladores, globos y sirenas. Un show inolvidable. Eran, al menos, 15 minutos de altísima intensidad, y por lo menos una hora más de truenos y luces que indicaban que aquellos dos días sí eran distintos, los más importantes de las fiestas de fin de año.
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Periódico - El tiempo - Revista Credencial

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