Las impresionantes imágenes de las inundaciones en la sabana por cuenta del desbordamiento del río Bogotá evidencian la magnitud de una emergencia que no aparece en los registros de los últimos 67 años. Diez municipios de Cundinamarca están en alerta roja ante la creciente que se desató el sábado pasado en el páramo de Guacheneque, donde nace el río. Millones de metros cúbicos de agua hoy fluyen por el departamento. La creciente provocó el fin se semana pasado la avalancha en el municipio de Villa Pinzón que dejó a cien familias damnificadas y hoy inunda a Cajicá y Chía, donde el cauce del río alcanza los 1,20 metros y 60 centímetros, respectivamente, altura por encima del promedio. El inusual aguacero de ocho horas continuas la noche del viernes 13 de mayo en el páramo de Guacheneque (que alcanzó los 54 milímetros cuando lo normal es 30) desató la creciente súbita que en algunas zonas elevó el cauce del río hasta los 4.42 metros, “un valor histórico muy alto”, según el IDEAM. Los organismos de emergencia de Bogotá, Cota, Funsa, Mosquera, Soacha, Mesitas, La Mesa, Anapoima, Apulo y Tocaima se preparan para enfrentar los posibles efectos de la creciente que seguirá su recorrido hasta desembocar en el río Magdalena, en el municipio de Girardot. La alcaldesa (e.) de Bogotá, María Fernanda Campo, advirtió que la ciudad sigue en emergencia y en caso de que el río se desborde, las localidades más afectadas serían Suba, Engativá, Fontibón, Kennedy y Bosa. Hay cerca de 200 puntos de riesgo identificados. Para Sergio Piñeros, ingeniero y vocero de la CAR de Cundinamarca, la situación del río Bogotá es más compleja que la vivida en el municipio de Mosquera a finales del año pasado, donde la inundación de 2.000 hectáreas fue producto de la ruptura de los jarillones y no a la falta de capacidad del río para almacenar el agua. El río Bogotá no da más El fenómeno de la Niña trajo consigo las lluvias más fuertes de la historia de Colombia, que sobrepasaron la capacidad de los ríos del país para almacenar tal cantidad de agua, y el Bogotá no es ajena a ello. “Nuestra estación en Chocontá registró caudales de 68 metros cúbicos por segundo. Es el más alto que ha registrado la estación en 67 años y fue muy superior al que se presentó en Semana Santa”, le explicó a Semana.com el funcionario de la CAR, entidad encargada de hacer monitoreo permanente al río. Apenas ha pasado un mes desde las inundaciones en Chía y este municipio, aún sin recuperarse, recibe de nuevo grandes volúmenes de agua provenientes del río Bogotá y de uno de sus afluentes: el río Frío, que también cuenta con niveles altos en su cauce. Inundaciones tan seguidas retrasan la recuperación de las zonas: el 95 por ciento del departamento está afectado y 30.000 hectáreas están anegadas por las fuertes lluvias y el desbordamiento de los ríos principalmente el Bogotá. Por ser una región plana, sacar el agua que inunda la Sabana de Bogotá no es tarea fácil. Antes de llegar al Salto del Tequendama las velocidades del río son mínimas y hace que el agua prácticamente “repose” semanas o meses después de la inundación. Lo dramático del cas es que la única forma de hacer el desagüe es través del mismo río El ejemplo más claro es la inundación de la Universidad de la Sabana: par sacar el millón de metros cúbicos de agu qu negó el 90 por ciento de la institución fue necesario esperar a que el nivel del río Bogotá bajara par no poner en riesgo la población río abajo.

Para facilitar la salida del agu de la Sabana de Bogotá, la gobernación de Cundinamarca, en conjunto con la Alcaldía de Bogotá y l CA ealizarán en los próximos día labores de dragado en cinco puntos del río para aumentar su velocidad y agilizar el desagüe.

El río tiene memoria y reclama lo suy

S studios, hac cien millones de año toda la Sabana de Bogotá estaba cubierta de agu de mar Lo ovimientos tectónicos y e cambio natural de la Tierra convirtieron est zona en una amplia laguna que comenzó a secarse hac 30.000 años, par da as l ormación de los valles del río Bogotá y sus afluentes que hoy existen.

Según expertos de la CAR si no existieran los jarillones y con lluvias más fuertes que las actuales, las inundaciones de la Sabana de Bogotá llegarían, de occidente a oriente, hasta la carrera Séptima, una de las vía má mportantes de la capital.

“Vivimos dentro de un sistema hídrico frágil. Hemos destruido los humedales que son importantes porque en verano le sirven al río par abastecerse y e invierno le ayudan a expandirse (...) El agu no encuentra donde depositarse y l tierra tampoco puede absorberla porque ahora hay casas”, asegura Fernando Vásquez, director de la Fundación Al Verde Viv y defensor de est importante afluente.

En 194 lo umedales de la Sabana de Bogotá sumaban 50.000 hectáreas. Hoy quedan menos de 1.000 -según la Sociedad Geográfica de Colombia-, de las cuales 671 están en Bogotá.

Desde el siglo pasado, estos cuerpos hídricos se secaron e invadieron par realizar sobre ellos actividades agrícolas de alt impacto com siembra de flores y papa, expandir la ganadería y construir industrias y proyectos de vivienda de todos los estratos, muchos sin planeación, que acabaron con los humedales que servían de reposo par aves migratorias y que le permitían al río descansar sus aguas en época de fuertes lluvias, com la que ahora dej la Niña, fenómeno que tiende a ser más frecuente por el cambio climático.

La deforestación influye, y demasiado: hac qu os páramos y las montañas no puedan retener los mismos volúmenes de agu de asado y llena los río de sedimentación. A ell se sum la siembra de árboles com eucaliptos y nogales que cambiaron el comportamiento del ecosistema.

La situación de la Sabana de Bogotá no es ajena a l realidad que se viv po as inundaciones en La Mojana, el Canal del Dique y e jarillón del río Cauca en Cali, donde el agu reclama, a las malas, el territorio que la man de ombre le quitó, y sobre el que no ha habido más que uso y abuso.

Ya es hora que los funcionarios de los pderes ejecutivo, legislativo y judicial empiecen a actuar al respecto de la prevención, mitigación, respuesta y recuperación, en eventos negativos.
Ya es hora que dejemos de hablar de emergencias y desastres, de "la peor ola invernal de la historia", de asuntos meramente publicitarios.
En los 1980s y 1990s personalmente manifestaba que cuando tuvisemos un gobierno en Colombia, podríamos progresar.

Los comentarios del artículo, son los mismos desde los 1970s, tal como escribir que el alcalde dijo, que la CAR tiene pensado hacer, que los humedales como parte del río nadie los encuentra porque "avivatos' los urbanizaron con aprobación del gobierno local, departamental, nacional y hasta internacional. No nos quejemos más y tampoco traigamos expertos extranjeros a que nos digan que el Mississipi se inundó, por lo tanto estamos de moda. Actuémos. Cómo?

Empecemos por llevar a cabo las recomendaciones técnicas escritas desde 1903 de dragar el rio Magdalena, pero evitando los casos de corrupción de Dragacol, el ministro y sus hijos, etc. Draguemos los rios afluentes. Hagamos cumplir las normas ambientales, tales como no tirar residuos (sólidos. líquidos, gaseosos) al rio porque es mas barato para la industria. Preparemos jóvenes para ser inspectores y así generamos empleo, etc. etc. Piensen paisanos, piensen y dejémos de quejarnos para ver si nos tiran limosnas internacionales; las cuales a veces ni siquiera llegan a los sitios. Por qué?