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Estados Unidos

Una extraordinaria idea la llevó a evitar que miles de niñas en África desertaran del colegio.

Diana Sierra nació en Miami, Estados Unidos, y creció en Santuario, Risaralda, lugar al que llegó a la edad de 3 años. Más tarde, gracias a su excelente desempeño académico, obtuvo una beca para estudiar Diseño Industrial en la Universidad de los Andes. 

Una vez culminada la carrera, su talento y su perseverancia la llevaron a cursar una Maestría en la Universidad de Columbia en Nueva York; la oportunidad de aprender a hacer objetos muy útiles y amigables con el medio ambiente, fueron su mayor motivación para ingresar a esta reconocida institución. 

Asimismo, ella sabía que la subida a ese escalón la elevaría muy alto en el mundo del desarrollo, aunque ignoraba que todo eso desembocaría en una experiencia que partiría su vida en dos y, de paso, la de otros miles.

Mientras estudiaba su maestría, la Universidad abrió la posibilidad de una práctica y ella eligió Uganda, África. Este destino se atravesó en su mente después de que Diana conociera la situación de pobreza en ese país y el alcance que podría tener su conocimiento y experiencia para mejorar la calidad de vida de muchas familias. 

Semanas después, y con un equipaje lleno de expectativas, Diana aterrizó en este continente y comenzó un arduo y apasionado trabajo para apoyar a caficultores y mujeres artesanas. 

Su alma cafetera y el conocimiento que tiene adherido a sus raíces risaraldenses le permitieron ayudar a los campesinos caficultores en Uganda a hacer una máquina que les facilitara pasar el café de seco a mojado. ¡Hecho!

Por otro lado, una especialización en diseño de accesorios que cursó años atrás le abrió las puertas para capacitar a mujeres artesanas en ese país africano ¡Extraordinaria experiencia!

 

“El corazón se me comprimió”
Durante las jornadas de capacitación a mujeres artesanas llegaban muchas niñas entre 12 y 13 años a pedir trabajo, pero Diana no podía emplearlas; esa era una restricción dentro de la práctica que realizaba con Naciones Unidas. 

Sin embargo, conmovida por el interés de estas pequeñas en realizar alguna actividad, les propuso una clase de accesorios después de la iglesia y ellas aceptaron. Así fue. Cada domingo después de la iglesia Diana las capacitaba y les daba materiales para que trabajaran en sus casas. Los fines semanas recogía las piezas.

Un día cualquiera Diana fue a la escuela para averiguar el porqué de la ausencia de estas niñas en clase, y la respuesta fue sorpresiva: el 40 por ciento de las niñas no podían ir a clase porque no contaban con productos sanitarios para protegerse en los días de la menstruación.

“Cuando escuché eso, se me comprimió el corazón”. Afirma Diana. “No se trata solamente de faltar a la escuela. Se trata de la deserción escolar por la suma de ausencias, del deseo precoz de casarse para no convertirse en una carga para sus familias, la auto discriminación de género y el maltrato a su dignidad femenina. Me dije: ¡tengo que hacer algo!” Agrega. 

 

 ‘Hacker’ por una razón humanitaria
Después de escuchar esa respuesta, Diana salió en la búsqueda de una solución. Le bastaron unos minutos para saber lo que quería hacer. 
“Desbaraté una sombrilla, tomé la tela mosquitera por la parte permeable y simulé las mismas propiedades de una toalla desechable pero hecha con tela. Básicamente hackeé una toalla sanitaria.” Cuenta Diana. 

Tomó la toalla, se la mostró a la profesora y comenzó a hacer un trabajo piloto con algunas niñas de la escuela. El resultado fue muy positivo, pero ahí no se detuvo. 

Después de 11 meses de práctica, Diana regresó a Estados Unidos con un nuevo proyecto de vida al que le dedicaría su tiempo y su corazón.

Comenzó a investigar. Se puso en la tarea de averiguar si la situación de las niñas en Uganda también se presentaba en otros países de África y el resultado fue: Sí. 

Incluso, descubrió que decenas de niñas no tenían recursos para comprar ropa interior así que la situación resultaba más compleja. Ese descubrimiento llevó a la creación ya no de una toalla sino de un panty impermeable. 

“Todo el año 2014 trabajamos en el piloto del desarrollo del panty. Hicimos el piloto, nos lo llevamos a Etiopía, hicimos estudios allá y lo lanzamos comercialmente en octubre del 2015. Ya tenemos la patente. En el 2016 le llegamos a alrededor de 9.700 niñas y repartimos más de 16 mil productos. Hoy ya vamos por más de 30.000 panties distribuidos" ” Afirma Diana.

 

“Con este panty les damos la oportunidad de sentirse felices y orgullosas de ser niñas.” Agrega. 

 

 

Nace Be Girl
“Be Girl es nuestro modelo de negocio; una idea desarrollada en el África, que nació de la escasez, de condiciones muy difíciles; es una empresa social que busca solucionar problemas de mercado, una marca de ropa interior reutilizable de alto rendimiento que reemplaza el uso de 150 toallas higiénicas; nosotros proveemos ropa interior de protección menstrual. Be Girl no es diseño para niñas pobres sino para niñas, para mujeres, punto.” Cuenta Diana. 

Be Girl es para todas las mujeres dado que busca lograr un positivo impacto ambiental en el mundo por la disminución del uso de toallas higiénicas; sin embargo, las compras que aquí se realicen redundan en donaciones las niñas de África. 

“Con las donaciones que se hacen a través de Empower Bank y nuestro sitio web, le hemos llegado a niñas en Islas Salomón, Amazonas, Tanzania, Sierra León, Ghana, Jornadia, campos de refugiados, entre otros.” Dice Diana. 

El trabajo continúa. 

“Nunca había trabajado tanto en mi vida pero la gratificación es inmensa; nunca había sentido esto en mi vida.”  

Diana Sierra es un orgullo colombiano. 

 

Nota

Diana Sierra, la colombiana que le cambia la vida a las niñas en África

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