Considerado por los críticos como uno de los compositores colombianos más importantes del siglo XX, el maestro Jesús Pinzón Urrea vino al mundo en Bucaramanga, el 10 de agosto de 1928, en el seno de la familia que formó el músico José María (Chepe) Pinzón con la señora Rebeca Urrea. El padre componía para las iglesias salves, trisagios y villancicos. Muy pronto sus hermanos (Gabriel, Carmen, Alfredo, Ernesto y Cecilia) descubrieron en él su talento musical: a los cinco años tocaba el piano que el padre había traído a casa, sin que nadie le hubiera enseñado. Así que fue enviado a la Academia Departamental de Música con los maestros Luis María Carvajal y Martín Alberto Rueda, quienes ante la presencia de un niño prodigio aconsejaron su envío al Conservatorio de Música que por entonces funcionaba en la capital del país. Como la familia no tenía recursos, este proyecto se pospuso hasta 1948, precisamente el año en que fue destruido por los vándalos el Conservatorio que funcionaba en San Victorino.
Mientras esperaba la reapertura, se dedicó a ganarse la vida como pianista de música de moda en cuanto salón nocturno lo contratase, como el Salón Monteblanco. En 1954 integró el Trío de Jazz y al año siguiente contrajo matrimonio con Lilian Antonieta Gruter. Al comenzar la década de 1960 fue abierto el Conservatorio en el seno de la Universidad Nacional y así pudo iniciar sus estudios de composición musical y dirección de orquesta. Vino el magisterio de los maestros Olav Roots, Fabio González Zuleta, Andrés Pardo Tovar, Roberto Pineda Duque, Jesús Bermúdez Silva, José Rozo Contreras y de la pianista rusa Tatiana Gontscharova. De allí emergió en 1967 con el título de maestro en composición y dirección de orquesta.
En una reunión de sus maestros hizo gala de su extraordinario talento para la composición: durante una hora improvisó pasillos en el piano, acontecimiento excepcional en la historia musical colombiana que recientemente repitió en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional. Un inventario reciente de su producción musical arroja el siguiente resultado: 7 composiciones para orquesta, 8 para orquesta, coros y solistas; 6 para instrumentos solistas y orquesta, 4 obras para piano, 3 para orquesta de cuerdas, una para orquesta de cuerdas con solista, 22 obras para diversos conjuntos de cámara, 3 para conjunto de percusión, 6 obras corales a capella y 2 para coro e instrumentos. Además ha escrito 5 monografías de tema etnomusical colombiano.
Fue el director fundador de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y director invitado de la Orquesta Sinfónica de Colombia, así como director de la Banda Sinfónica de la Policía Nacional. A propósito, el himno de la Policía Nacional fue compuesto por su maestro de infancia en Bucaramanga, Luis María Carvajal. Ejerció la actividad docente en los departamentos de Música de las Universidades Nacional, Pedagógica y de América. Su actividad como instrumentalista de otros compositores se extiende a 14 himnos de instituciones, 12 obras colombianas, 17 obras orquestales, 4 versiones de música popular para percusión y de 9 obras de José A. Morales para voces infantiles y orquesta sinfónica.
Preocupado por los sistemas de grafía musical y por la aproximación de los legos a la música, diseñó dos novedosas propuestas musicales: la primera, nominada “Música para ver y oír” o Sonóptica, reemplazó la grafía tradicional sobre pentagramas por ideogramas agrupados en conjuntos pictóricos, a partir de los cuales el instrumentista debía improvisar el sentimiento que la visión del cuadro le despertaba. La segunda, llamada “Música endógena”, intentaba lograr que jóvenes sin ningún conocimiento de la grafía musical pudieran contribuir con un instrumento a aportar su música interior a un concierto que organizó en el Teatro Colón. Es que la experimentación musical siempre fue una de las obsesiones del maestro Pinzón, el tratamiento moderno de las tradiciones musicales colombianas, tal como siempre lo demostró al piano improvisando pasillos de gala ( Lilian Antonieta, Bucaramanga, Bogotá, Antioquia, Humorada, Recóndito y Santa María ) o músicas “del nuevo milenio” bajo la formas de una suite ( Tocata americana ) o de la extroversión de los sentimientos, como en los dos preludios meditativos llamados Reflexión y Búsqueda .
Otros ejemplos de esa experimentación musical permanente son “La muerte de Cristo”, una obra para orquesta escrita solamente con el sonido de la nota La; la “Creación vallenata”, también para orquesta y basada en la estilización del aire popular de la región de Valledupar; y el “Concierto para cinco timbales y orquesta” que en 1984 le encargó la Orquesta Filarmónica de Bogotá. También hay que mencionar las “Exploraciones para clarinete y cinco quintetos de arcos”, un encargo del clarinetista Roberto Mantilla que fue cumplido en 1971. Durante el año 1972 fue invitado por el Instituto Italo-Latinoamericano a representar en Roma su “Test sicológico musical para tres intérpretes”, en el marco de una exposición de partituras, un ejemplo de su propuesta sonóptica.
La crítica musical siempre fue generosa con el maestro Pinzón. El comentarista del Conservatorio de Música de Baltimore escribió en 1991 que “Jesús Pinzón Urrea es sin duda uno de los mejores compositores latinoamericanos, comparable con Villa-Lobos del Brasil y Ginastera de Argentina”. El clavicembalista Rafael Puyana escribió en El Tiempo sobre la asombrosa seguridad en sí misma de su ejecución musical, de tal suerte que “a través de su paleta se refleja el carácter del siglo en que vive, apareciendo el poeta, el músico de verdad”. Alberto E. Montenegro escribió en la Carta Universitaria de la Universidad Nacional que el maestro Pinzón representa para la música colombiana “lo que Gabriel García Márquez representa para nuestra literatura”.
Los premios a sus obras tampoco le han faltado. En sucesivos concursos nacionales de música convocados por COLCULTURA obtuvo los premios co
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