Además, en las inmediaciones del palacio hay decenas de seguidores del jefe de Estado, quien fue rescatado anoche por fuerzas especiales del Ejército y la Policía de un hospital donde quedó atrapado en medio de las protestas de policías, a las que sumaron algunos militares, contra una ley que consideran dañina para sus intereses.
La luz del día dejó ver los daños en el hospital de la policía de donde fue rescatado Correa: puertas rotas, sillas destruidas, agujeros de impactos de bala en ventanas, paredes y espacios de trabajo, y manchas de sangre por todos lados, huellas del enfrentamiento entre los efectivos de los grupos especiales militares y los policías sublevados.
El piso de la entrada al hospital está totalmente cubierto de pequeños pedazos de vidrio, al igual que otras zonas del hospital, donde muchas personas dicen haber pasado "por una las peores experiencias" de sus vidas, según revelaron a la agencia de noticias Efe.
Una de las empleadas del hospital le reclamó a la imagen de un niño Jesús que da la bienvenida a los visitantes por considerar que "no cuidó" el edificio, en tanto que la recepcionista le agradecía por haberlos salvado de lo que pudo ser una tragedia.
El olor a gas lacrimógeno permanece en el hospital y todavía afecta a los ojos y la nariz incluso varias horas después de que terminara el enfrentamiento que, según la Cruz Roja, dejó dos fallecidos.
Al sitio llegó un sacerdote ofreciendo sus oficios en medio de corredores que presentaban orificios de bala y manchas de sangre.
Testigos señalaron que, pese a la magnitud del tiroteo escuchado durante el rescate de Correa, el edificio no estaba tan destruido como se supondría, por lo que especulaban que tal vez la orden que tenían los militares era disparar al aire.
Sin embargo, otros terciaban asegurando que sí se disparó a gente y por ello hay heridos, que Correa cifró en 27 sólo entre las fuerzas que lo rescataron
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