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Hoy 8 de marzo consideramos oportuno reproducir para nuestros lectores las palabras de la Presidente de la Asociación Diplomática en el evento que se llevó a cabo en el Ministerio de Relaciones Exteriores con ocasión del Día de la Mujer.

El 19 de marzo de 1911 se celebró por primera vez el día internacional de la mujer trabajadora. Unos días después, animadas por esa celebración, un grupo de mujeres decidió exigir mejores condiciones laborales en la fábrica en la que trabajaban. Era la prestigiosa fábrica de camisas Triangle, en Nueva York. Todas las mujeres murieron en un incendio que fue declarado “accidental”. Murieron debido a que el dueño había clausurado puertas y ventanas justo antes de que empezara el incendio. Es este el suceso que hoy conmemoramos, y el que muchas personas celebran en medio de flores y chocolates.

 

Hoy es un día para conmemorar, pero sobre todo para recordar, para pensar,
para entender y para seguir luchando.

 

Desde 1911 hemos avanzado en la equidad de género, eso es indudable, pero aún falta mucho por hacer. Los avances que hemos alcanzado han sido a costa de la muerte y el sacrificio de muchas mujeres. Las trabajadoras de la fábrica Triangle fueron solo unas de ellas. En Colombia cada día mujeres valientes enfrentan la violencia y la discriminación. Cuando ocurren algunas tragedias es que comprendemos la atrocidad latente en nuestra cultura, tenemos una Rosa Elvira Cely, una Yuliana Samboní, unas madres de Soacha, millones de niñas sin educación, madres adolescentes, mujeres explotadas y maltratadas, acosadas, cosificadas, en cada uno de sus rostros vemos la cara cruda de la discriminación y la violencia contra la mujer.

La desigualdad, el machismo, la misoginia ocurren cada día ante nuestros ojos. Normalizamos situaciones de acoso, comentarios despectivos, comportamientos condescendientes, relaciones violentas. Condenamos en las mujeres comportamientos que aplaudimos en los hombres. Seguimos considerando que el valor de una mujer está determinado casi exclusivamente por su cuerpo, por la forma en que cumple con ciertos estándares de belleza, por su apariencia, por su sexualidad.

Y me pregunto si todo eso es el reflejo del temor: Pareciera que no hay nada más peligroso que una mujer que piensa por sí misma.

Todos nos están diciendo qué tenemos que hacer y cómo tenemos que pensar. Nos dicen que debemos tener hijos, o que no debemos tener hijos. Nos dicen que debemos ser amas de casa, o que no debemos ser amas de casa. Nos dicen cómo debemos vestirnos y hasta cómo debemos desvestirnos. Incluso, no falta quién pretenda decirnos cómo es que debemos ser independientes y que quieran dictarnos qué se supone que debe ser el feminismo.

Por fortuna, muchas mujeres no hacemos caso. Seguimos adelante y hemos hecho una virtud de la desobediencia. Hay mujeres a las que prohibieron hacer matemáticas, como a Hipatia de Alejandría; o hacer ciencia, como Marie Curie; o participar en la independencia de un país, como Policarpa Salavarrieta; o pintar, como a Débora Arango; o a algo tan simple como sentarse en un autobús, como Rosa Parks. Ser mujer, como dijo Simone de Beauvoir, es una elección, y nuestra lucha, desde siempre, es esa: que las mujeres podamos elegir. Que podamos elegir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro aspecto, sobre nuestra carrera, sobre nuestra vida. Algo que parece tan evidente, y que es tan difícil. En la historia se han destacado mujeres poderosas, algunas siguen en las sombras.

No falta, ni seguirá faltando, quién le tenga miedo a nuestro poder, al poder de la mujer. Pero el verdadero poder, el que necesitamos, por el que debemos seguir luchando queridas hermanas, compañeras, amigas, es el poder de las mujeres sobre nosotras mismas y para eso: ¡Creamos en nosotras! Creamos en nuestra luz,  sigamos aunque nos sintamos cansadas, como hermosamente me lo ha dicho mi sensible y gran amigo Carlos García**, en este poema que hoy me regaló y que dedico a mi madre, a mis hijas, a mis tías y primas, a mi abuela que ya vuela en otro mundo y con la que anoche soñé, a mis amigas y hermanas del alma, a mis colegas y compañeras, a todas las mujeres:

Confesiones de una mariposa cansada

Vengo con mis alas rotas
y una luz en la mirada
con mi voz de contralto
y la sonrisa cansada
vengo a contarte esta noche
lo que encontré en mis andanzas
vengo a entregarte esta noche
la llave que abre mi alma.

Yo caminé los caminos,
agoté los libros,
sobreviví a mil madrugadas
buscando algo que fuera cierto,
algo que fuera eterno,
algo que me despertara.

Medí tantas calles
con mis piernas largas,
besé tantos labios
con mi boca manchada.
Me hablaron de amor,
no creí una palabra.
me cansé de todo
y me refugié en la nada.

Mil cuerpos pasaron por mi cuerpo,
mil noches navegué el desierto,
mil veces llegué cansada.
caí en el fondo del silencio
y terminé la noche hastiada.

Nada me decía el mundo,
y yo también callaba.
Mi felicidad no era asunto de nadie
mi tristeza era mi única aliada.
Por fin elegí cansarme
y caer por el borde de mi propia alma.
En el fondo del abismo
una sorpresa me esperaba.

La estrella que me ilumina,
en el fondo de mí aguardaba.
entendí que mi propia voz
era lo que buscaba,
y encendí mi propia luz
para iluminar mis madrugadas.

Yo quería que alguien me llevara a volar pero descubrí mis propias alas.
Yo quería una luz para mis noches,
pero encendí una luz en mi mirada.
Yo quería que me escribieran poemas
pero descubrí la poesía en mi alma.

Ahora que sé quien soy,
en todas partes la poesía me atrapa.
Poesía es el milagro cotidiano de la mañana, la sonrisas que encuentro en las calles, el misterio de la esperanza.

Poesía es un secreto
a punto de revelarse,
más allá de las palabras.

Una tregua con el abismo,
un olor que trae el viento,
un rumor de nostalgias.

No importa que no escriba poemas,
la poesía es mi casa.
Sé que tengo las alas rotas
de volar tantas tempestades,
pero las remiendo con esperanza.
Sé que mañana me llevará el viento
a perseguir nuevas mañanas,
y tal vez estaré triste de nuevo.
Pero sé que no me importa,
que siempre tendré una luz en mi mirada.

La poesía me habita
estoy preñada de esperanza.
No diré más, debo seguir volando,
no preciso de palabras.
Poesía es el silencio
en el que descansa mi alma.

*Margarita E. Manjarrez. Abogada egresada de la Universidad de los Andes en Bogotá., con maestría en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia. Embajadora de Carrera. Ha ocupado diversos cargos en la Cancillería y se ha desempeñado como Cónsul de Colombia en Nueva York, Estados Unidos, Consejera en la Misión de Colombia ante la OEA, Washington DC, y Cónsul de Colombia en Berlín, Alemania. Actualmente Directora de Asuntos Migratorios y Consulares de la Cancillería.

**Carlos Arturo García Bonilla. Ingeniero de la Universidad Industrial de Santander con Maestría en Educación. Tercer Secretario de Relaciones Exteriores. Ha prestado servicio en el Consulado de Colombia en Esmeraldas, Ecuador y en Mérida, Venezuela.

 

Así fue el discurso de la Embajadora Margarita Manjarrez

 

Nota

El emotivo discurso de la Directora de Asuntos Migratorios y Consulares de la Cancillería en la conmemoración del Día Internacional de la Mu

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