Mi nombre es Camila Peña, soy comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia, tengo 27 años y actualmente vivo en Washington, Estados Unidos. En mi país trabajaba con la reconocida casa editorial Publicaciones Semana, específicamente con Proyectos Semana -unidad de negocios que publica más de 40 revistas al mes-; y en mis tiempos libres trabajaba como periodista freelance en otras publicaciones del país. Hace casi tres años tomé la decisión de salir del país, pero debo aclarar que Estados Unidos no era mi primera opción. En ese momento mi papá estaba muy enfermo, y si venía a este país estaría cerca a él en caso de que algo le sucediera. Decidí entonces dejar mi gente, mi familia, mis amigos, mi comida, todo, por buscar un mejor futuro, un estilo de vida más tranquilo, un escape al caos de Bogotá. 

 

Empecé a mirar las oportunidades que las principales ciudades me podían brindar y cuando elegí Washington D.C. lo hice con la plena seguridad de que sería un destino muy prometedor para mi carrera. En ese momento no tenía conocidos en la ciudad, estaba decidida a empezar desde cero. Me atrajo la historia y la cultura que se respira en las calles de la capital estadounidense, sus museos y monumentos, el hecho de que sea el hogar de la Casa Blanca y el Capitolio Nacional, lugares donde se toman las decisiones más importantes del país y del mundo entero. También me llamó la atención que en bus o tren estoy a pocas horas de ciudades como Nueva York, Filadelfia y Boston. 

 

Antes de realizar mi viaje me informé sobre universidades, medios de comunicación y empresas en las que pudiera empezar a trabajar; pero también sobre costos de vida (transporte público, vivienda, comida, etc). Al final y después de discutir los pros y los contras, decidí que definitivamente ésta era la ciudad en la que quería tener un nuevo comienzo. Mi primera parada fue New York; estuve allí por dos semanas. Cuando tomé el avión que me traería a D.C. lo que más me impactó fue aquella alta e imponente torre en medio de todo: el Monumento a Washington. Ya después, los museos, la arquitectura de influencia europea, la organización en las calles, el paisaje del rio Potomac, el orden del transporte público…todo me impresionó poco a poco. 

 

Washington D.C. es una ciudad relativamente pequeña. La mayoría de la gente vive en los suburbios, que hacen parte del estado de Maryland y/o Virginia. Yo vivo a 20 minutos del centro de D.C., mi comunidad en su mayoría es “gringa” con un porcentaje mínimo de asiáticos, hindúes y latinos. Las leyes están presentes como en todos los países, pero honestamente las reglas a la hora de manejar son las que más me han impactado. La mayoría de las personas hablan inglés, su idioma nativo. En cuanto a mi capacidad de hablar y entender inglés debo decir que en Colombia estaba en un nivel intermedio, pues he venido estudiando el idioma desde que tengo uso de razón. Incluso viví seis meses en Vancouver, Canadá, estudiándolo ocho horas al día. Sin embargo, una cosa es haber estudiando y otra es tener que hablarlo todos los días. Pero como mi objetivo era y sigue siendo perfeccionarlo, apenas llegué a D.C. entré estudiar. Todos los días sigo aprendiendo cosas nuevas, es una experiencia fabulosa.

 

En cuanto a la cultura debo decir que D.C. es una ciudad completamente multicultural. Solo por dar un ejemplo, en un vagón del metro se puede ver gente de la India, Turquía, gente de América Latina, Europa, etc. Pero hablando de la cultura americana como tal, fue difícil asimilar que para ellos el almuerzo no es una comida tan importante como para los colombianos. O que para ellos es una falta de respeto si los amigos o la familia llegan a su casa sin avisar. Los americanos, a mi modo de ver, aunque algunos son algo fríos y distantes, la mayoría pueden llegar a ser bastante amigables. Sin embargo, no voy a mentir, adentrarse en su cultura es difícil pues a veces ven a los inmigrantes como personas inferiores que llegaron a su país a quitarles oportunidades. 

 

El tema laboral no es tan fácil como la gente cree. Primero debo aclarar que yo no creo en el sueño americano, y tengo claro que si algún día las cosas no funcionan para mí volveré a mi país feliz y con la frente en alto. No soy de los que piensa que uno debe venir a otro país a matarse y hacer cosas indignas por unos cuantos pesos. Los latinos en su mayoría hacen los trabajos pesados, trabajos de limpieza, cocina, etc. Pero siempre consiguen algo que hacer, eso es de admirar. Yo he sido muy afortunada pues he tenido trabajos relacionados con mi carrera, en compañías reconocidas (Telemundo Washington y NTN24 Internacional). El tema de la vivienda, como en cualquier otro país, depende del sector en donde se quiera vivir, el número de habitaciones que se requieran, el uso que se le da a los servicios públicos, etc. No creo que es excesivamente costoso, sin embargo para muchas personas solteras la mejor opción es vivir con roomates y dividir costos.  

 

De la sociedad americana resalto la educación al manejar, al tratar a las demás personas. Pero no me gusta que la libertad la llevan al extremo. En las calles se puede ver de todo y a nadie le importa. Yo entiendo que ese es el significado de sociedad libre, y tal vez soy yo la que sigue ‘chapada a la antigua’. 

 

La anécdota

 

Cuando digo que soy colombiana la gente se muestra emocionada y, obviamente, me empiezan a preguntar por Sofía Vergara, el referente que tienen sobre las mujeres colombianas. Después del mundial de futbol, James empezó a ser nombrado también, y las felicitaciones por tener un equipo de primera no se hicieron esperar. Es más, muchos mostraron su descontento con el partido ante Brasil. Descontento y sin sabor que todos los colombianos tuvimos por largo tiempo.  De esa Copa del Mundo recuerdo pintar mi cara con la bandera tricolor, salir a las calles gritando y cantando, sin pena, sin miedo. Lo disfrute como si hubiera estado en Colombia. 

 

También he tenido que corregir a las personas pues el tema de “Columbia” en vez de Colombia pasa casi que a diario. Hasta les he regalado camisetas de la campaña.  

 

La anécdota que me marcó fue un día en el que peleé con unos americanos por preguntarme si vendía drogas, los hice sacar del restaurante donde estaba cenando. 

 

Para irnos

 

De Washington D.C. recomiendo todo. Sus museos son maravillosos, llenos de historia y arte, además son gratis. Los monumentos son imponentes y llamativos; todos los fines de semana hay actividades: conciertos, festivales, open houses, maratones, concursos, etc.; la oferta gastronómica es maravillosa, internacional y deliciosa. Recomiendo visitar Georgetown, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, tomar un barco y navegar por el Potomac, visitar los viñedos de Virginia (a 30 minutos del centro de D.C), ver a los Nationals en vivo y en directo, ir al Verizon Center para ver los mejores partidos de basketball y hockey. En fin, lo recomiendo todo. 

 

Washington D.C. ha transformado mi vida, me ha enseñado a ser más independiente y a luchar por lo que quiero conseguir. Pero una cosa es clara, la mitad de mi corazón sigue en Colombia. De mi país lo extraño todo, su gente, la comida, la rumba, ir a Usaquén los domingos, salir de compras cuando es Bogotá despierta, ir a Cartagena con mis amigos, la amabilidad de algunos, la emoción de ver jugar a la selección de futbol. 

 

Y a quienes estén pensando en migrar solo les aconsejo que sigan sus sueños, peleen por ellos y hagan lo que puedan para vivirlos. Nunca se queden con el sin sabor de pensar en qué hubiera pasado si se hubieran decidió a hacerlo. Hay que arriesgarse, con los pies en la tierra y tras una investigación objetiva, pero hay que arriesgarse. 

 

El Programa Colombia Nos Une quiere compartir con los colombianos alrededor del mundo las vivencias y anécdotas de nuestros compatriotas en sus procesos migratorios. A través de estas historias buscamos compartir con la comunidad colombiana (residente en el país y en el resto del mundo), desde la experiencia de colombianos migrantes, la importancia de apoyar la decisión de migrar con un proceso de información sobre el lugar y la sociedad de destino.

 

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