
La artista colombiana Marta Gómez se presentó durante la edición número 40 del Festival de Música Andina Colombiana Mono Núñez, en Ginebra (Valle del Cauca). El folclor es otro mundo. Eso es lo que considera la colombiana Marta Gómez después de haberlos estudiado a fondo y de conocer buena parte de las raíces de la música en América Latina. Para ella hay una matriz sonora que se extiende desde México, pasa por Cuba, Venezuela, Colombia y llega hasta los países del sur del continente. Esa raíz determina más que todo a aquellos ritmos marcados por el 6 X 8, como el bambuco colombiano, la chacarera argentina, la cuenca chilena y algunas corrientes del landó peruano. Las similitudes de los aires surgidos en esta parte del planeta están otorgadas por las armonías, pues las temáticas y la forma de contar las historias cambia de acuerdo con el lugar. Ese es el mérito de esta caleña que se ha dedicado a explorar no solo las manifestaciones de su tierra sino que se le ha medido a encontrar elementos comunes en los sonidos americanos. Estudió música a Berklee y la profesionalización de lo que fue su pasión toda la vida, la llevó a conocer a los demás integrantes de lo que, algunos años después, sería la banda de Marta Gómez. Siempre pensó en volver al país para nutrirse, crecer y beber cada día más de ese alimento inagotable que es el folclor local, pero la consolidación de su grupo conformado por artistas de diversos países de América Latina, la hizo postergar la decisión. Tanto fue el aplazamiento de ese retorno que duró radicada en los Estados Unidos un poco más de una década y luego adelantó en España una maestría en literatura. Ver el hogar desde esa ventana lejana le ha otorgado la posibilidad de analizar mejor los procesos culturales. “Yo no me considero una estudiosa de la música clásica pero sí creo que el alma de esos estilos no está ligada a la mía. Un europeo puede emocionarse mucho con una ópera o con un vals y eso es, precisamente, lo que me pasa a mí con un tango o un bambuco. Para mí es más fácil lograr comunicación con el folclor que con otro estilo de música. Hay gente que escucha pop y rock y se siente en casa. A mí no me pasa eso”, dice esta artista que se encuentra en una disyuntiva entre ser una folclorista como Petrona Martínez y Violeta Parra o ser un cantautor como Silvio Rodríguez o Pedro Guerra. Ella se debate entre estas dos corrientes, aunque cree ser más rítmica que baladista y se siente muy complacida con el hecho de que la gente la identifique con lo que canta. Marta Gómez comenzó en Boston cantando en la calle, en la parte exterior de la Universidad de Harvard, y en alguna oportunidad unos representantes de una compañía de café orgánico la escucharon y le propusieron trabajo. La idea era promocionar ese producto con canciones de América Latina y por casualidad ellos eran los patrocinadores de un concierto de los blusistas Bonnie Raitt y John Mayer. Por fortuna para la colombiana, los artistas escucharon un demo suyo y sin pensarlo dos veces la escogieron para abrir el evento. Sin duda el hecho de ser mujer ayudó. Según Marta Gómez su género experimenta una aproximación muy distinta a la música porque tiene una sensibilidad especial. Los hombres se enfocan más en diagnosticar las posibilidades de su instrumento y el virtuosismo, mientras que ellas logran comunicarse con una fibra mucho más interna. Eso es lo que ha hecho diferentes a Mercedes Sosa y Violeta Parra y lo que en estos momentos marca el rumbo del folclor en América Latina con artistas como Lila Downs, Susana Baca y Totó La Momposina. “Como mujer y artista componer y cantar han estado siempre ligados. No me considero una cantante excepcional ni una compositora virtuosa. Me gusta que me llamen cantautora porque esa combinación es mi vida. Con lo único que no me identifico completamente con el estilo es porque existe la tendencia a relacionar a la persona que canta con su guitarra en un bar y yo no hago eso. Yo canto con un grupo de seis músicos, en los que se incluye mucha percusión y diversos experimentos sonoros”, comenta Gómez quien tiene en su haber varias producciones discográficas dentro de las que se destacan ‘Cantos de agua dulce’, ‘Entre cada palabra’ y ‘Musiquita’. A ella le parece fantástico lo que está pasando con las nuevas músicas colombianas. Muchos de sus colegas se van al Pacífico a cantar y estudiar con la materia prima muy cerca y luego no quieren salir de allá. También valora el trabajo de quienes asimilan ritmos populares y los mezclan como lo hace Antonio Arnedo, y siente profundo respeto por los intrépidos que fusionan el folclor con pop y los sonidos electrónicos. “Yo no respeto tanto lo purista y creo que hago canción con aires tradicionales”, asegura sin complicarse.
El Espectador