
John Hendrik Fjällgren nació en Cali y fue adoptado; fue el ganador de 'Suecia tiene talento'.“Te extraño, me haces falta” eran las palabras que en lengua indígena sami cantaba Jon Henrik Fjällgren en el escenario del concurso Suecia tiene talento, hace tres meses. Este hombre pequeño, moreno y extremadamente tímido era comprensiblemente distinto a los rubios miembros del jurado: hace 26 años, una familia sueca sami, uno de los últimos grupos indígenas de Europa, lo adoptó en Cali. Fjällgren estaba vestido con el mismo traje típico que usó el jueves pasado en su primera visita a Colombia, donde realizó una presentación en la casa de la embajadora de Suecia en el país, Marie Andersson de Frutos, hasta donde llegaron cientos de personas a disfrutar del espectáculo que ha conmovido a más de un millón de personas a través de YouTube. En Bogotá interpretó La canción de Daniel, en homenaje a su mejor amigo, fallecido cuatro años atrás, con la que resultó ganador del concurso sueco. “Cuando Daniel se fue, yo sentí que él me envió ese joik (canción sami con muy poca letra que expresa un sentimiento puro) para sanar mi tristeza”, cuenta Fjällgren. Daniel le decía al cantante nacido en Colombia que su música tenía el poder de generar un gran impacto y de tocar el corazón de las personas. Y no se equivocaba: el vocablo sami que cantó no tenía sentido para el público, pero movió fibras delgadas en cada persona. “Uno puede sentir instantáneamente cuando algo viene del corazón, y no necesita entenderlo, porque es algo que no necesita explicación”, le dijo Tobias Karlsson, uno de los jurados del programa. Esa capacidad de mover los sentimientos de las personas se reflejó también en Colombia, cuando en un salón privado de la embajada de Suecia tocó, por primera y única vez, una canción en piano inspirada en el país. La melodía era tan nostálgica que sacó unas cuantas lágrimas entre los presentes. Su relación con Colombia es distante y, aunque manifiesta sentirse feliz de estar en el lugar que lo vio nacer, Fjällgren no se siente colombiano: “Mi familia me adoptó a los tres meses y, desde esa edad, lo único que he conocido es a la comunidad sami, no puedo pensar en la posibilidad de haber tenido otra vida. Siempre voy a sentirme sami primero, es lo que soy, pero tengo consciencia de que nací en este maravilloso lugar”. Así como se apropió de la cultura sami, lo hizo también de la música y, contrario a lo que se puede pensar por su destreza, nunca tuvo educación formal en este arte. Su primer acercamiento a un instrumento musical ocurrió durante sus primeros años de jardín, cuando un teclado infantil le llamó la atención y aprendió a tocarlo mientras escuchaba a su profesora, que les enseñaba a sus alumnos un par de melodías. Hoy en día toca el piano y la guitarra: “Algunos dicen que no tengo técnica, y no la tengo porque nunca la estudié. Mis canciones salen del corazón y las conocidas las interpreto de oído”, cuenta Fjällgren, quien, a pesar de su falta de preparación profesional, ha logrado llevar su música a millones de personas. La primera canción que tocó en el piano fue la famosa Para Elisa, de Beethoven, que es una de sus favoritas. “En mi adolescencia me molestaban, unas veces por venir de otro país y otras por ser sami y dedicarme a la crianza de renos. La música fue mi manera de liberarme de esos comentarios”, dice mientras expresa su preocupación por la rápida desaparición de su comunidad y costumbres. “Las personas que hacemos parte de este pueblo somos cada vez menos y la vida es más complicada porque se siente el peligro de saber que somos pocos –explica–. Por eso, también siento la enorme responsabilidad de mostrarle al mundo que aún estamos aquí”.
El Tiempo