Esta ciudad de California encanta con su geografía quebrada, sus tranvías y su cultura asiática.

Caminar por San Francisco
requiere piernas fuertes para trepar por calles empinadas como toboganes
y, aunque estamos en verano, una chaqueta que mantenga a raya el viento
helado del Pacífico (vea aquí las imágenes del recorrido por esta ciudad). 
Son las 3 de la tarde en esta ciudad del oeste de Estados Unidos y el
cielo está despejado sobre Fisherman's Wharf, el muelle donde queda el
embarcadero 39. La panadería Boudin, donde se prepara el famoso pan
agrio, está atestada. Las aceras comienzan a poblarse con mujeres y
hombres jóvenes que trotan en camiseta y pantaloneta, desafiando las
corrientes de aire que soplan desde el mar, mientras quienes venimos del
trópico nos cubrimos bien desde los tobillos hasta el cuello.  
Tenía razón Mark Twain, autor de Las aventuras de Tom Sawyer,
cuando alguna vez dijo que el invierno más frío que había soportado
había sido un verano en San Francisco. El azul del cielo y el hecho de
que el calendario marque el comienzo de junio resultan engañosos aquí. 
China, Japón y los tranvías  En
el muelle, en el norte de San Francisco, vagabundos de todas las edades
piden dinero "para tomar". A pesar de su aspecto desaliñado, son
tranquilos y no representan una amenaza.  Incluso, algunos
habitantes de la ciudad recuerdan que durante el terremoto de 1989,
cuando un sismo de 6,9 grados en la escala de Richter sacudió la zona,
los vagos ayudaron a dirigir el tráfico.  Aquel temblor fue
grande, pero menos dañino que el de 1906, que borró 490 cuadras y
desencadenó un incendio que consumió casi toda la ciudad. 
La tragedia, en la que fueron destruidos 25.000 edificios, estuvo cerca de acabar con un símbolo de San Francisco: el tranvía.  Montar
en tranvía es una experiencia única, pero que exige paciencia. Antes de
subir a un vagón en la calle Powell, junto a la calle Market, se debe
hacer una fila que a veces dura más de una hora. Una vez a
bordo, la campana del tranvía y el contacto del metal de las ruedas con
los rieles son la banda sonora del viaje. Estamos en un vehículo de
madera que, gracias a una palanca que acciona el conductor, se aferra a
un cable de acero subterráneo que viaja a 15 kilómetros por hora, a
través de canales.  Vamos sin motor y somos halados por una de
cuatro ruedas gigantes que desde el Museo del Tranvía tiran sin parar de
los cables de cada ruta: Powell, California, Mason y Hyde. Este es el
mismo sistema que opera desde 1888 y que a finales del siglo XIX alcanzó
a cubrir 120 kilómetros. Al estar de pie en el tranvía es
necesario agarrarse de las manijas del techo para no caerse mientras
subimos cuestas tan inclinadas como un deslizadero de un parque de
diversiones. Son tan pendientes las calles que en muchas partes los
carros tienen que parquearse en un ángulo de 90 grados para que no se
rueden. Por las calles onduladas que se extienden al oriente de
Union Square, una plaza en la que se organizaban manifestaciones en
favor de la unión en tiempos de la guerra civil, se llega a Chinatown,
un sitio cuya visita es esencial. 
En este laberinto de calles estrechas se encuentran buzos de "buena
calidad" por menos de 3 dólares y camisetas con la foto de Bruce Lee.
Aquí todo está en chino: los letreros de los bancos, los carteles que
prohíben botar basura y, por supuesto, los avisos de los restaurantes.
En Chinatown la sensación de estar perdido es normal, pues no se sabe
si un letrero anuncia la entrada a una tienda de discos o a un baño, y
en sitios como el parque Portsmouth, que en las tardes se convierte en
punto de encuentro de mujeres y hombres canosos que juegan a las cartas,
los únicos que hablan inglés son los guías turísticos. 
Otra colonia importante es la japonesa, que cuenta con su Japantown,
en el occidente de la ciudad, donde la geografía es menos quebrada.
Allí, dentro de centros comerciales, se puede comer en restaurantes
donde los platos se exhiben en maquetas de plástico en las vitrinas,
para que los clientes vean lo que piensan ordenar. Allí, a pocos
metros de una pagoda, se venden té verde, zapatos para ninja, kimonos y
toda clase de periódicos y revistas en japonés. Es un lugar en el que
las piernas pueden descansar de la exigencia de las cuestas cercanas al
muelle, pero también uno donde los extranjeros nos sentimos aún más
lejos de casa. El sabor asiático de la ciudad  De chinatown a japantown hay mucho para conocer. El
Chinatown de San Francisco es el más grande fuera de Asia y el más
viejo de Norteamérica, y ha crecido desde cuando se documentó el arribo
de los primeros inmigrantes chinos, en 1848, hasta ocupar unas 16
cuadras. Durante la fiebre del oro, a mediados del siglo XIX,
inmigrantes de la región de Cantón llegaron en masa a esta ciudad para
trabajar en lavanderías de ropa, como cocineros y dependientes de
almacenes, entre otros oficios. Hoy la herencia china es
importante y se suma a la de una población de asiáticos que supera las
200.000 personas, provenientes de países como Corea, Tailandia, Cambodia
y Vietnam.
Si usted va  Los colombianos
necesitan visa para entrar a Estados Unidos. A San Francisco vuela
United Continental desde Bogotá a través de Houston. Un sitio
para visitar es Alcatraz, la cárcel que en el siglo pasado albergó a
prisioneros tan famosos como Al Capone. Allí se ven las celdas de los
tres prisioneros que lograron escapar el 11 de junio de 1962, y en cuya
historia se inspiró la película 'Escape de Alcatraz', que protagonizó
Clint Eastwood.